lunes, 31 de marzo de 2014

PP Aconcagua, Mendoza.


 
Llegamos a Mendoza Capital ya de noche, sin hospedaje reservado y con la oficina de turismo ya cerrada, dimos algunas vueltas por el centro buscando lugar para dormir. El hostel no era de lo más lindo, pero en plena Fiesta de la Vendimia, no había casi plazas disponibles por lo que tuvimos suerte de hallar algún lugar.

Como buenos escapistas de ciudad que somos, a la mañana temprano huimos de la urbe, y partimos hacia la Reserva Natural Villavicencio para llegar a Uspallata, a través del Camino de los Caracoles, nombre que le queda excelente considerando que en su recorrido se atraviesan 270 curvas (el mito dice que son 365 curvas) por más de 17km de camino de cornisa y desde lo alto en algunos miradores claramente podes observar el serpenteado dibujo de la ruta de ripio sobre las laderas de las montañas.

 
Ni bien buscamos lugar para pasar la noche, partimos desde Uspallata para hacer el camino de Alta Montaña y así conocer el famoso Cristo Redentor, Puente del Inca, y el Cerro Aconcagua.
Si bien es un parque provincial, a mi entender, el Aconcagua debería ser un parque nacional sin lugar a dudas, no solo porque es un área protegida que contiene al segundo pico más alto del mundo con sus 6962msnm, después del Himalaya; sino porque Mendoza en sí, es una de las provincias más bonitas y completas que hemos conocido, y es increíble que con tanta belleza perfectamente diseñada por la naturaleza no cuente con un PN oficial.

En quichua Aconcagua significa centinela de piedra, y al contemplar el lugar desde algún punto panorámico entendes el significado; esa montaña está ahí alerta, custodiando estoica el paisaje de cordilleras inmensas, con largos y profundos valles que contienen grandes espacios abiertos y vistas infinitas que se pierden a la distancia. Es un lugar de una belleza y riqueza esplendidas y si estas por la zona no podes cometer el pecado de no pasar a conocer.

 
De oeste a este y norte a sur experimentamos mágicamente toda la provincia. No solo experimentamos sus exquisitos vinos en alguna que otra bodega (recomiendo no perderse de conocer Bodega Roca en San Rafael) sino que fuimos admiradores privilegiados de lugares que hasta hoy quedaron grabadas en la memoria y en el alma. Potrerillos y su lago turquesa. Tupungato y Tunuyan con sus lomadas repletas de cultivos, rutas disfrazadas con extensas alamedas y su Manzano Histórico y sobre todo con su inconfundible aroma frutal, que como compañero fiel está presente en cada respiración por el Valle de Uco.

La mágica Malargüe, con su diversidad de experiencias y riquezas naturales. La grandeza de la Reserva de la Payunia un lugar único en el mundo por poseer una de las zonas con mayor concentración de volcanes del planeta y con sus magníficos colores rojizos, verdes, amarillos y negros dan al paisaje una belleza singular. El silencio profundo y absoluta oscuridad que experimentas dentro de la Caverna de Las Brujas, una de las más grandes del país con sus 5.000 metros de galerías esculpidas por aguas subterráneas hace millones de años con estalactitas y estalagmitas por doquier. La tranquilidad de una caminata por Los Castillos de Pincheira o el escenario perfecto como salido de cuento de Valle Hermoso, pasando Las Leñas. La intensidad de sus noches estrellas, consecuencia de tener uno de los cielos más puros de américa. Son algunas de las cosas por las que Malargüe es una de las ciudades más atractivas de la provincia y a mí parecer una de las más bellas.   
Por último, la atractiva ciudad de San Rafael con su imponente Cañón del Atuel, la adrenalina de sus deportes náuticos en el rio Nihuil, la magia del canopy sobre el inolvidable lago verde esmeralda de Valle Grande, la diversión del arbolismo en el parque de Euca y la armonía de tomarse unos mates a la veda del rio con su enérgico sonido de fondo. Si vas a conocer San Rafael te sugiero que te hospedes en Valle Grande a orillas del Nihuil, es realmente un lugar maravilloso para disfrutar de la naturaleza y relajarse a lo grande.

 
Conclusión, Mendoza es uno de esos destinos que no tiene desperdicio, cada rincón conserva ese “no sé qué” que hace que te animes a disfrutar ciento por ciento de la vida, sin recaudos, sin medias tintas. Al menos eso me pasó a mí y tal vez por eso es que lo recuerdo como uno de los mejores viajes de mi vida. Confieso sin vergüenza: en este viaje saboree lo que es la libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario