martes, 25 de marzo de 2014

PN Quebrada del Condorito, Córdoba.

Llegamos a Agosto del 2009, con vehículo propio casi nuevito, emprendimos nuestro viaje a Córdoba. Nos hospedamos en Villa Giardino, a 68Km de Córdoba capital, en una casa que una amiga de mamá muy amablemente nos prestó. La idea era recorrer en una semana todo el Valle de la Punilla y por supuesto, hacer el camino de las Altas Cumbres para culminar con el Parque Nacional Quebrada del Condorito.


Durante varios días recorrimos cada pueblo que atraviesa la ruta provincial 38, entre ellos Villa Carlos Paz, Los Cocos, La Falda, Cosquín, La Cumbre y Capilla del Monte. Desde paseos en aerosillas, caminatas por cerros, hasta el famoso laberinto de ligustros, donde Max salió primero como campeón y presencio mi escaso sentido de la orientación; todo fue muy divertido y teñido por una tranquilidad singular, puesto que en invierno pocos turistas se acercan a esta zona.
Partimos temprano hacia el camino de las Altas Cumbres y cada vez que ascendíamos más se dibujaba en los pastizales la escarcha matinal. Recorrimos toda la ruta provincial 34 hasta llegar a Mina Clavero en busca de la entrada al parque, la misma no está bien señalizada  por lo que debimos retomar camino hasta encontrarla.


La Quebrada del Condorito, que da nombre al área protegida, es un profundo cañadón en forma de “V” de 800 metros de altura y 1500 metros en su parte más ancha; desde cuyos bordes superiores es factible observar a casi el mismo nivel el suave planeo de los cóndores andinos.

En las Sierras Grandes de Córdoba es posible diferenciar tres tipos principales de vegetación dispuestos a modo de pisos de altitud. De abajo hacia arriba, entre los 700 y 1300 msnm, encontramos el Bosque Chaqueño Serrano, aquí los árboles que dominan el paisaje son molles y cocos; entre los 1300 y 1600 msnm, los árboles desaparecen y nos encontramos con el Matorral Serrano que tiene como protagonista al arbusto romerillo y finalmente al sobrepasar los 1600msnm la vegetación más vista son los pastizales.




Con respecto a la fauna, claro está el animal más destacado del parque es el Cóndor, el ave más grande del mundo y rey indiscutible del lugar; aunque es inevitable mientras transitas por los diversos senderos ignorar la existencia de dos especies peculiares que quisieras no toparte, sobre todo luego de leer los carteles de alerta que la APN pone a disposición de los turistas. 
Se trata nada más y nada menos que del puma y la serpiente yarará. 



Nuestro espíritu aventurero se vio amenazado cada vez que leíamos las instrucciones de qué hacer si te cruzabas con uno de estos “bichitos” y claro está que por más que en todo momento se advertía “no correr” mi reacción si hubiese topado con un puma hubiera sido huir despavorida al mejor grito de “Maaaaazzzziiiii ayuuuuudaaaaaa”. Un poco para descontracturar el momento de terror y otro poco de nervios estuvimos tentados casi todo el sendero solo pensando en lo improbable que sería seguir las instrucciones si un felino nos atacara, lo que lo hizo inolvidablemente ameno, eso sí, de a ratos, disimuladamente pispiaba para atrás para chequear que ninguna “fiera” nos estuviera siguiendo.



Tras algo así como dos horas de caminata llegamos finalmente al Balcón Norte donde se puede observar el inmenso cañadón donde anidan los cóndores. Nos quedamos quietitos a la espera del show y no tardaron en sobrevolar los primeros cóndores.



Cuando un cóndor extiende sus alas podes captar lo majestuosidad de su ser, de extremo a extremos de sus alas puede tener más de 3mts de longitud. Realmente son asombrosos, al mirarlos de cerca uno puedo percibir una seguridad cautivante en ellos; tal vez transmitida por la cantidad de tiempo que pueden estar flotando en el aire sin siquiera mover un ala, la explicación científica es que aprovechan las diferencias térmicas de aires cálidos, aunque para mí es un poco más poético: son tan poderosos que no necesitan esforzarse para ser lo que están destinados a ser.













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