jueves, 10 de abril de 2014

PN Talampaya, La Rioja.



Ya habían pasado dos años desde que nos conocimos, por Agosto de 2010, y con Chechi, Vale y Max planeamos nuestro segundo viaje juntos como festejo de tan hermosa amistad; el  destino “La Ruta de los Dinosaurios” recorrido que comprende las provincias de La Rioja, Catamarca y algo de San Juan. Los protagonistas absolutos del recorrido eran el PN Talampaya y el Valle de la Luna.


Fue así como volvimos a saborear la majestuosidad de la mítica ruta 40, la más extensa de nuestro país, donde en La Rioja transita por algunos de los lugares más pintorescos de su trazado. Pasando por Villa Unión, La Cuesta de Miranda en Chilecito, los pueblos de Famatina y San Blas de los Sauces, entre otros, es casi natural hipnotizaste con el paisaje sorprendente. Las curvas del camino que bailando con el río serpenteando en el bajo, entre angostas y profundas quebradas rocosas, son la invitación irrevocable para infinidad de águilas y cóndores, como también, para esta humilde servidora.





El Parque Nacional Talampaya, creado en 1997, cubre una superficie de 215.000 has., y fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad junto con el Parque Provincial Ischigualasto por la Unesco en el año 2000.

Su paisaje de gran belleza, es el resultado de movimientos tectónicos, a los que durante milenios se han sumado la erosión del agua y el viento en un clima desértico, con grandes amplitudes térmicas.




El parque cuenta con rocas que documentan la evolución del planeta por más de cuarenta y cinco millones de años, siendo por ejemplo testigo hace más de 250 millones de años de la división del supercontinente Pangea y es uno de los yacimientos fósiles más ricos del país.

En su recorrido, siempre con guía autorizado, se pueden observar curiosas formaciones rocosas como Los Reyes Magos, el Tablero de Ajedrez, La Catedral y El Fraile, entre otras, en el área conocida como “Ciudad Perdida”, que como caprichos de la naturaleza se imponen estoicas teñidas de un rojizo intenso que paraliza.


Lo mejor es que el viaje no terminaba allí, porque a muy pocos kilómetros se encontraba el Parque Provincial Ischigualasto, por lo que ávidos de más aventuras nos dirigimos a caminar por “La Luna”, pero esa es otra historia; por lo que la dejamos para el próximo capítulo.

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