Poco a poco el
sueño de ir conociendo mi país se iba convirtiendo en una realidad, y como ya
estábamos en época de ir concretando sueños, en mi vigésimo octavo aniversario
de vida me llego el mejor regalo material que hasta ahora he recibido: mi flamante
y amada Nikon D60. Con cámara en mano,
en Marzo de 2010 emprendimos viaje hacia Mendoza. La idea era recorrer toda la
provincia, previo obligado paso por San Luis, donde conoceríamos el quinto
parque nacional.
La primera parada
fue Potrero de los Funes, nos hospedamos en unas hermosas y nuevas
cabañas, donde por las noches nos
dábamos el gusto de degustar unas picaditas con cerveza mirando infinidad de estrellas
recostados en las reposeras cercanas a la pileta. ¡Que noches tan mágicamente geniales!
El parque esta
administrado por una pequeña cooperativa por lo que no cuenta con gran
infraestructura para el visitante, es por esto que recomiendan llevar agua,
alimento y protección solar, a fin de ir preparados. Esta recomendación no es
chiste, nosotros lo comprobamos. Fuimos sin gorras y a los minutos de estar
allí, optamos por improvisar unos pañuelos con unos trapos que teníamos en el
auto, puesto que el calor del sol era realmente sofocante; recomiendan litro y medio de agua por
persona nosotros solo
llevamos litro de agua para los dos y, sin exageraciones, tras las
extensas caminatas, buscada una gota de agua cuan oasis en el desierto. Con solo decir que ni bien
salimos del parque hicimos unos pocos kilómetros por la ruta (para mi
parecieron eternos) desesperados paramos
a comprar agua y fue la única vez que recuerdo en mi vida haber tomado un litro
de líquido sin siquiera parar un segundo a respirar.
El origen del
nombre, según nos contó el guía, se debe
a que la zona fue refugio de bandidos que asaltaban la carreta que cubría el
tramo Bs.As. - San Juan durante el siglo XIX y principios del XX. La antigua
ruta de tierra coincide con la actual ruta nacional 147.
Los bandidos asaltaban la carreta y luego partían a refugiarse en la zona del Potrero de la Aguada, donde la geografía de intrincados laberintos rocosos les permitía eludir a los agentes de la ley. Esos bandoleros, una especie de piratas del asfalto de la actualidad, tenían la costumbre de faenar vacunos para sus asados y por algún motivo que no está muy claro lo primero en asar y comerse era la quijada de los vacunos; de allí que en la cartelera oficial de la época eran buscados y se ofrecía importante recompensa por la captura de los "Gauchos de las Quijadas". Estos gauchos pasaron a la historia, por ahora la folclórica, sin imaginarse que su costumbre daría origen al nombre de Sierra de las Quijadas.
Los bandidos asaltaban la carreta y luego partían a refugiarse en la zona del Potrero de la Aguada, donde la geografía de intrincados laberintos rocosos les permitía eludir a los agentes de la ley. Esos bandoleros, una especie de piratas del asfalto de la actualidad, tenían la costumbre de faenar vacunos para sus asados y por algún motivo que no está muy claro lo primero en asar y comerse era la quijada de los vacunos; de allí que en la cartelera oficial de la época eran buscados y se ofrecía importante recompensa por la captura de los "Gauchos de las Quijadas". Estos gauchos pasaron a la historia, por ahora la folclórica, sin imaginarse que su costumbre daría origen al nombre de Sierra de las Quijadas.
Es internarse
dentro del cañadón y sentirse terriblemente pequeño; tiene un aura
fantasmagórica y caminando por la nada la misma, rodeada de colores rojizos,
alguna que otra verde vegetación ( muy escasa) y el contraste del cielo celeste
profundo algo paso dentro de mí que hizo que todo pensamiento desaparezca y
solo esté allí presente: sin
presiones ni exigencias que cumplir, sin perfecciones que alcanzar, ni pruebas
que superar; solo ser, respirar y estar lo suficientemente vacía como para
llenarme de la belleza, quietud y misterio del lugar basto para ser feliz.
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