Pasaron unos 3 años para que
volviéramos a pisar tierras de un PN, tras habernos comprado nuestro primer
hogar, ya en 2008 “Coqui” había pasado a ser historia, y sin vehículo propio
contratamos el paquete “Panorama Norteño” a través del proveedor turístico
Caluch (por cierto, altamente recomendable). Recorreríamos las provincias de
Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy.
Sinceramente iba con muy bajas
expectativas, la promoción turística argentina es mucho mayor para el sur que
para el norte del país y eso sumado a las anécdotas de mamá de sus viajes al
norte cuando eran aun mis viejos jóvenes no arrojaban un muy buen panorama. Ávidos
de conocer igualmente emprendimos viaje y fue maravilloso ir descubriendo cada
vez que nos acercábamos al norte más y más belleza.
Todo en el norte tiene un tinte
de pacifica quietud, majestuosa sencillez y misteriosa grandeza, de esa que
solo años y años de culturas milenarias pueden ir esculpiendo.
Lugares como Salinas Grandes, La
Cuesta del Lipan, El Anfiteatro, Purmamarca y la mismísima Quebrada de
Humahuaca son exquisitos por donde se los mire y si aún no tuviste la
oportunidad de conocerlos por favor hacelo, en esos lugares vas a encontrar una
belleza tan simple y real que no se esfuerza siquiera por mostrarse, no lo
necesita, simplemente es y con eso le basta.
Fueron
nueve días intensos, de larga jornada, que nos permitieron experimentar esto de
ser nómadas de viajes que van descubriendo hasta en los caminos nuevas
aventuras. Una perlita del camino a Cafayate: El taller de “Héctor Cruz” un artesano, pintor y escultor autodidacta, tipo sencillo, gentil y peculiar… como su taller el cual aún estaba en construcción pero ya daba magnitud de su obra.
Ya estábamos por el cuarto día de viaje, para esa altura ya habíamos pegado onda con Vale y Chechi, unos simpáticos hermanos que todos confundían con “mieleros” y que por esa ley de atracción (los locos atraen más locos) o los efectos de mascar tanta hoja de coca no pudieron evitar ser nuestros amigos hasta el día de hoy.
Transitábamos por la Recta del Tin-Tin cuando topamos con el PN Los Cardones. Es una extensa zona seca, de aproximadamente 65000has, con una diferencia altitudinal que va desde los 2.600 m.s.n.m. en el fondo del Valle de Tin-Tin, hasta los 5.226 m.s.n.m. en el Cerro Malcante, por lo que es normal pasar de un calor intenso a climas más fríos en poco minutos ( por cosas como estas los guías turísticos siempre recomiendan vestirse “estilo cebolla”, y no es ni más ni menos que ponerse muchas capaz de ropa de tal forma que te abrigues lo suficiente pero que cuando la temperatura comience a subir puedas ir sacándote prendas y listo, problema resuelto!!!).
La
especie vegetal protagonista del parque es el cardón, su corteza está cubierta
de espinas que parecen agujas doradas y llegan a medir 30 centímetros (todavía
existen artesanos que las usan para tejer lana de llama). El crecimiento
promedio de un cardón es de 1 a 5 centímetros por año y recién cuando han
cumplido medio siglo de vida, pueden generar sus características flores blancas
que mueren a los pocos días dando paso a su fruto, la pasacana, del que se
desprenden alrededor de 80 mil semillas. En el parque se pueden ver ejemplares
de hasta 3 metros cosa increíble puesto que se calcula tienen entre 250 y 300
años.
Existe una leyenda entre los lugareños que afirman que
los cardones son espíritus indígenas que vigilan los valles y montañas; me pareció
algo muy curioso porque cuando pasé por allí, aun sin haber escuchado todavía
este mito, me fue inevitable sentir que varios de los cactus me estaban mirando
con estilo desafiante, es probable que solo se trate de una inocente leyenda pero
el sentimiento de no estar solo a pesar de estar en la más desértica soledad se
apodero de mi por unos cuantos minutos ese día.
Aveces la vida te sitúa en lugares inesperados y es cuestión propia estar lo suficientemente atento para captar lo que verdaderamente debemos mirar.
Este viaje fue un poco eso, "descubrir" que existía una realidad distinta a la mía en todos los aspectos posibles, salir de mi burbuja urbana y palpar con todos mis sentidos que es la naturaleza y la diversidad cultural; darme cuenta que no hay mejores o peores solo distintas formas de vivir y que todas son validas mientras que en las caras de las personas se dibuje una sonrisa.
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