Llegamos a Mendoza
Capital ya de noche, sin hospedaje reservado y con la oficina de turismo ya
cerrada, dimos algunas vueltas por el centro buscando lugar para dormir. El
hostel no era de lo más lindo, pero en plena Fiesta de la Vendimia, no había
casi plazas disponibles por lo que tuvimos suerte de hallar algún lugar.
Como buenos escapistas
de ciudad que somos, a la mañana temprano huimos de la urbe, y partimos hacia
la Reserva Natural Villavicencio para llegar a Uspallata, a través del Camino
de los Caracoles, nombre que le queda excelente considerando que en su
recorrido se atraviesan 270 curvas (el mito dice que son 365 curvas) por más de
17km de camino de cornisa y desde lo alto en algunos miradores claramente podes
observar el serpenteado dibujo de la ruta de ripio sobre las laderas de las
montañas.
Ni bien buscamos
lugar para pasar la noche, partimos desde Uspallata para hacer el camino de
Alta Montaña y así conocer el famoso Cristo Redentor, Puente del Inca, y el
Cerro Aconcagua.
Si bien es un
parque provincial, a mi entender, el Aconcagua debería ser un parque nacional
sin lugar a dudas, no solo porque es un área protegida que contiene al segundo pico
más alto del mundo con sus 6962msnm, después del Himalaya; sino porque Mendoza
en sí, es una de las provincias más bonitas y completas que hemos conocido, y
es increíble que con tanta belleza perfectamente diseñada por la naturaleza no
cuente con un PN oficial.
En quichua
Aconcagua significa centinela de piedra, y al contemplar el lugar desde algún
punto panorámico entendes el significado; esa montaña está ahí alerta,
custodiando estoica el paisaje de cordilleras inmensas, con largos y profundos valles que
contienen grandes espacios abiertos y vistas infinitas que se pierden a la
distancia. Es un lugar de una belleza y riqueza esplendidas y si estas por la
zona no podes cometer el pecado de no pasar a conocer.
De oeste a este y
norte a sur experimentamos mágicamente toda la provincia. No solo
experimentamos sus exquisitos vinos en alguna que otra bodega (recomiendo no
perderse de conocer Bodega Roca en San Rafael) sino que fuimos admiradores
privilegiados de lugares que hasta hoy quedaron grabadas en la memoria y en el
alma. Potrerillos y su lago turquesa. Tupungato y Tunuyan con sus lomadas
repletas de cultivos, rutas disfrazadas con extensas alamedas y su Manzano
Histórico y sobre todo con su inconfundible aroma frutal, que como compañero
fiel está presente en cada respiración por el Valle de Uco.
La mágica Malargüe,
con su diversidad de experiencias y riquezas naturales. La grandeza de la
Reserva de la Payunia un lugar único en el mundo por poseer una de las zonas
con mayor concentración de volcanes del planeta y con sus magníficos colores
rojizos, verdes, amarillos y negros dan al paisaje una belleza singular. El silencio profundo y absoluta
oscuridad que experimentas dentro de la Caverna de Las Brujas, una de las más
grandes del país con sus 5.000 metros de galerías esculpidas por aguas
subterráneas hace millones de años con estalactitas y estalagmitas por doquier.
La tranquilidad de una caminata por Los Castillos de Pincheira o el escenario
perfecto como salido de cuento de Valle Hermoso, pasando Las Leñas. La intensidad
de sus noches estrellas, consecuencia de tener uno de los cielos más puros de américa.
Son algunas de las cosas por las que Malargüe es una de las ciudades más
atractivas de la provincia y a mí parecer una de las más bellas.
Por último, la
atractiva ciudad de San Rafael con su imponente Cañón del Atuel, la adrenalina
de sus deportes náuticos en el rio Nihuil, la magia del canopy sobre el inolvidable
lago verde esmeralda de Valle Grande, la diversión del arbolismo en el parque
de Euca y la armonía de tomarse unos mates a la veda del rio con su enérgico
sonido de fondo. Si vas a conocer San Rafael te sugiero que te hospedes en
Valle Grande a orillas del Nihuil, es realmente un lugar maravilloso para
disfrutar de la naturaleza y relajarse a lo grande.
Conclusión, Mendoza
es uno de esos destinos que no tiene desperdicio, cada rincón conserva ese “no
sé qué” que hace que te animes a disfrutar ciento por ciento de la vida, sin
recaudos, sin medias tintas. Al menos eso me pasó a mí y tal vez por eso es que
lo recuerdo como uno de los mejores viajes de mi vida. Confieso sin vergüenza: en
este viaje saboree lo que es la libertad.