El Parque Nacional Nahuel Huapi es uno de esos tantos enigmas de la Patagonia. Donde se amalgaman estáticos pozones con rápidos ensordecedores y en donde las extensas masas de agua dulce coquetean con el cielo vistiéndose por momentos de un exótico color turquesa.
Ubicado
al sudoeste de la provincia de Neuquén y al oeste de Rio Negro, Nahuel Huapi,
cuanto con la particularidad de ser el primer Parque Nacional Argentino. Su
origen data del año 1903, fecha en que el Perito Francisco Pascasio Moreno donó
a la Nación una extensión de 3 leguas cuadradas, ubicadas en el extremo Oeste
del brazo Blest del lago Nahuel Huapi. El área se convirtió en el núcleo del
primer Parque Nacional de Argentina, declarado en 1922 como "Parque
Nacional del Sud" y más tarde en el año 1934 el Congreso de la Nación
sancionó por ley la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi, incorporándole
un territorio mayor. De esta manera, la Argentina se convirtió en el tercer
país de América en contar con un Parque Nacional.
En sus
710.000 hectáreas protege lugares de increíble belleza, como las costas del
enorme lago Nahuel Huapi, con 560km cuadrados y más de 454mt de profundidad,
una extensión del doble de la ciudad de Buenos Aires como para dar una
referencia de su magnitud; el imponente
cerro Tronador, de 3478 msnm; o el cerro Catedral, meca de los esquiadores, el
PN Los Arrayanes y la Isla Victoria. Dentro del área se encuentran San Carlos
de Bariloche, Villa La Angostura y Villa Traful.
Según su
vegetación el Parque se divide en tres áreas: la zona altoandina, estepa
patagónica y el bosque subantartico más austral del mundo. La naturaleza alto andina crece sobre los
1.600 metros sobre el nivel del mar, con una vegetación rala de pequeñas
hierbas adaptadas al clima en donde se refugian especies como el Cóndor y el
Huemul. La nieve que se acumula en invierno permite mantener los últimos
glaciares y una extensa red de arroyos, ríos, lagos y lagunas. Los bosques
cubren las partes bajas de las montañas y los valles. Lengas, coihues y ñires
florecen en primavera creando uno de los paisajes silvestres más coloridos. Las
flores rojas del notro, la trepadora mutisia, de vibrante color naranja, los
tonos lilas de la virreina y el amarillo vibrante del amancay tapizan el paisaje.
Gracias
a sus cerros, lagos, arroyos y picadas, a la belleza de su vegetación durante
las cuatro estaciones del año y a su excelente infraestructura es un lugar
ideal no solo para la vida al aire libre, sino también para la práctica de
infinidad de deportes acuáticos, montañismo, esquí y trekking.
A
diario, en temporada, parten desde el muelle de Puerto Pañuelo, ubicado en la
península Llao Llao, frente al emblemático hotel, excursiones lacustres a la
Isla Victoria, bosque de arrayanes y Puerto Blest. Es un estupendo plan para
pasar el día; navegando por el Nahuel Huapi desde la cubierta podes pasar
varios minutos maravillándote con el reto de alimentar a una gaviota con tan
solo extender un brazo. Una vez ya en la isla te internas en un paraíso
forestal donde es imposible sentirse diminuto ante la magnitud de sus árboles.
Tal vez uno en sus recuerdos retoca inconscientemente algunos detalles para
hacer la historia más interesante, no puedo dar certeza de que fehacientemente
nunca haya visto otros árboles más grandes, pero si puedo asegurar que jamás me
sentí tan diminuta como el instante en
parada frente a un enorme tronco de una secuoya gigante levante mí vista
hacia el cielo y me costó ver donde culminaba la copa.
Bariloche
y el Nahuel Huapi son uno de los puntos turísticos más atractivos de la
Argentina, es cierto que mucho de esto tiene que ver con su infraestructura, promoción
e historia; pero hay algo más; y es que la esencia de la belleza que reflejan
sus aguas turquesas y el verde exuberante de su vegetación es similar a esa sutil
sensación de paz que te inunda cuando te liberas de esas situaciones que sabes
que poco a poco van matándote el alma pero que por alguna razón no podes
soltar; es similar a esa autentica alegría que te abraza cuando experimentas el
amor verdadero que no exige ni espera nada a cambio, simplemente es y con eso
te basta; es similar a la sensación de libertad y adrenalina que te arrasa
cuando te das cuenta que el futuro no es una sentencia irrevocable sino que
puede ser modificado cuantas veces lo deseas si te atreves a rediseñar el
presente.
Herman
Hesse decía que la belleza no hace feliz al que la posee sino a quien pueda amarla
y adorarla; tal vez sea por esto que la encuentro tan fascinante, porque tiene
el poder de hacerme sentir todo y a la vez me asombra tanto que me obliga a
pensar en nada.
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