A tan solo 45km de la Ciudad de
México se encuentra la zona arqueológica de Teotihuacán, posiblemente una de
las zonas más conocidas turísticamente en este país. Miles de personas de todo
el mundo van a visitar esta maravilla arqueológica declarada patrimonio de la
humanidad por la Unesco en 1987. Hay infinidad de documentales, imágenes y
notas periodísticas que hablan de este lugar; pero a mi entender solo a través
de experimentar las cosas es como de verdad las comprendemos. Nos pueden
describir como huele una flor, la intensidad del verde en un bosque húmedo, como
la brisa puede erizar la piel, como es el estar enamorado, el temor que provoca
la incertidumbre, la adrenalina que se dispara al lanzarse en caída libre, el
dolor de perder a alguien que se ama; pero no hay forma de asimilar genuinamente
nada de todo esto si no es a través de la experiencia propia, solo viviendo las
cosas es que tomamos dimensión de lo que en verdad significan y todo el sinfín
de sensaciones, emociones e ideas que generan. Cuando sacamos toda la basura de
preconceptos que tenemos incorporados y nos animamos al ver el mundo como
“vírgenes”, sin expectativas ni limitaciones, entonces es cuando suceden los
verdaderos descubrimientos, salimos de la apatía y recuperamos la capacidad de sorpresa.
Así llegue a este colosal,
despojada de cualquier intención, sin demasiadas expectativas. Al ingresar
dimos un pequeño recorrido por un jardín inicial y luego caminamos varios
minutos por la Calzada de los Muertos hasta que llegamos al Templo del Sol. Ya
desde la base sus 63mts de altura y 225mts de lado impresionaban pero con cada
paso a través de sus empinados 238 escalones, la sensación de inmensidad se va
profundizando.
En la cima el panorama realmente es apabullante, desde allí no
solo se puede contemplar la grandeza del predio y la milimétrica perfección de
las construcciones que susurran a través del viento la intrigante suspicacia de
la civilización que alguna vez le dio vida, sino que además la perspectiva de
los miles de visitantes dispersos por todos lados da la sensación de estar en
lo alto de una colonia de hormigas, esa disyuntiva entre la visión de un ser
humano tan físicamente pequeño y a la vez tan inmensamente brillante por poder
crear algo tan espectacular como aquello es verdaderamente fascinante. Acintli
nos había comentado antes de subir que el folclore popular dice que estando en
la cima, si uno se para en el centro y extiende sus manos hacia arriba pidiendo
un deseo el mismo seguramente se cumple. Más no tanto por el deseo, sino por
ser parte del folclore de los lugareños, e incorporándole un poco de los
rituales propios extendí mis brazos hacia el cielo y tuve mis cinco minutos con
el viento como pidiéndole que desparrame a lo largo del universo mis
pensamientos; el tiempo entonces se detuvo y al volver a abrir los ojos una
sensación de “liviana” armonía me acompaño, con esta mezcla de alegría y calma
comenzamos a bajar.
Caminar por los casi 5km de la
calzada de los muertos es un popurrí de imágenes exquisitas, en lo antiguo y
monocromático de las construcciones se contraponen los colores de las
vestimentas y sombreros de los artesanos que a lo largo de toda la calle acompañan
como testigos silenciosos a los cientos de turistas que parlotean en diversos
idiomas en un desfile de verdadero crisol de razas. Vista de sur a norte; a la
derecha se pueden ver la Ciudadela y la Pirámide del Sol y al fondo la Pirámide
de la Luna y el Cerro Gordo.
Llegando al extremo norte se
impone bella la pirámide de la Luna, con una planta de aproximadamente 45mts de
lado, menor al tamaño de la Pirámide del Sol, pero construida en terreno
elevado lo que da la sensación visual de estar a la misma altura, pese a sus
45mts de alto.
Si bien algo ya he mencionado, además
de los Templos del Sol y la Luna, existen otros sitios destacados para visitar
dentro del predio:
-La calzada de los muertos: Está
orientada de norte a sur y flanqueada por una zona residencial probablemente
habitada por sacerdotes.
-La ciudadela: Plataforma cuadrangular de 400
metros, rodeada por basamentos piramidales con un adoratorio central.
-El templo a Quetzalcoatl: Denominado así por
la ornamentación de serpientes emplumadas cuyas cabezas emergen de una flor,
alternando con esculturas del Dios Tláloc.
-El palacio de Quetzalpapalotl: Se supone fue
el aposento de un gran señor o de un supremo sacerdote, sobresalen los pilares
del patio interior adornados con bajo relieves que representan al animal
mitológico llamado quetzal - mariposa, enmarcados por símbolos acuáticos.
-Además de las Cabezas Colosales, Los
Edificios Superpuestos y el Museo de Sitio.
Aunque popularmente se dice que
estas zona arqueológica pertenece al imperio azteca, la verdad es que su origen
aun es un enigma, pues a pesar de todo lo que se ha descubierto (actualmente
todavía se siguen haciendo excavaciones), es muy poco todavía lo que se sabe
sobre sus fundadores.
El acceso es relativamente
sencillo, y si vas en auto, el predio cuenta con estacionamiento. El horario de
visita es de Lunes a Domingo de 8:00 a 17:00hs. La zona normalmente es
árida, hay muy pocos lugares para
resguardarse del sol, por lo que el uso de lentes, gorras o sombreros y protector solar nunca
esta demás. Si bien se realizan visitas guiadas, el parque puede ser recorrido
de manera auto guiada, lo que da mucha libertad y podes manejar tus propios
tiempos. Si tu viaje incluye tiempo extra hay un espectáculo nocturno muy recomendable
donde se proyecta un show multimedia que dice es muy bonito. La experiencia
nocturna cuenta con un cupo para 270 personas y se realizan solo los viernes,
sábado y lunes durante los meses de noviembre a junio.
Ya pasadas las cinco de la tarde,
es la hora de emprender la partida, y tras una larga caminata de norte a sur
para llegar a nuestro estacionamiento y una refrescante agua de coco; Acintli
nos tenía una última sorpresa para el día. Saliendo de la zona arqueológica,
hay varios restaurantes, por lo general la gente se queda en los más cercanos y
visibles, pero a unos 200mts de la puerta 5
se encuentra una verdadera gema gastronómica no solo por la calidad de
la comida (que yo por ser de un paladar gastronómicamente acotado, como diría
Max, no pude disfrutar en un 100%) sino por lo original y magnifico de su
estructura. El restaurante “La Gruta” está emplazado literalmente en una gruta
de origen volcánica, con una iluminación y ambientación exquisita que da a todo
el lugar un aire místico imposible de olvidar. Excelente broche de cierre para
increíble día.
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