Es así como hoy no recuerdo el día
en que pensé “ yo quiero conocer todos los parques nacionales de argentina”, sé
que era una nena a la que el mundo le parecía un lugar inmenso y que esa percepción
aumentaba cada día en que en la escuela, tele, revista o en el relato de algún viajante
conocía algún dato de cualquier lugar… pero porque los parques nacionales,
porque argentina… quien sabe.
Dicen que la curiosidad mato al
gato… y acá estoy yo, con el fin de saciar mi curiosidad y cumplir mi designio
en uno de los lugares más inhóspitos, solitarios y hasta te podría decir “sosos”
turísticamente hablando que vi en
Argentina. Sé que no te estoy tentando para que sigas leyendo y menos para que
vayas a conocerlo, pero honestamente este lugar no está hecho para el turismo
bajo ningún concepto.
El Parque Nacional Copo, ubicado
en el noroeste de la provincia de Santiago del Estero, en Pampa de Los
Guanacos, fue creado primordialmente con el fin de proteger de la tala indiscriminada
al quebracho colorado santiagueño y con ella al yaguarete, tatú carreta,
chancho quimilero y oso hormiguero grande, especies todas en peligro de extinción,
que habitan estos bosques.
Por su clima subtropical cálido
con estación seca y gran amplitud térmica no es recomendable visitar en verano,
puesto que las temperaturas máximas en esta época pueden llegar a superar los
50°. A estas altas temperaturas y las lluvias estacionarias, se le suma que
esta área carece totalmente de cursos de agua, por lo que es un ambiente extremamente
seco.
Además de la sequedad, debemos
agregar que el lugar no cuenta con servicios ni infraestructura para el
visitante, teniendo apenas un pequeño sendero para recorrer en un caminata de
un poco más de 40 min ida y vuelta y un lugar libre disponible para aquellos
osados que quieran acampar. Es un territorio muy poco explorado, y según nos
contaba el guardaparques escasamente reciben visitantes; por lo que si sobra en
este lugar es soledad y silencio.
Copo podría describirse como una
interminable extensión de pastizales bajos, entrecortada por montes y bosques
silvestres, incluyendo también algunas especies de cactáceas y otros arbustos
ralos. En lo acotado de su recorrido es difícil poder observar algún animal, y
la quietud del lugar irónicamente puede resultar apabullante. Que tiene de
atractivo entonces, te estarás preguntando?
Para mí lo es su historia. Anteriormente
los quebrachales ocupaban cerca de diez millones de hectáreas, el 83,5% de las
tierras santiagueñas. Hoy, sin exagerar, más de la mitad de ese patrimonio
forestal ha sido destruido, y el estado de la mitad restante se encuentra en
distintas condiciones de uso y aprovechamiento.
Sin embargo, el quebracho
colorado santiagueño aún sigue siendo el árbol emblemático de la ecorregión
chaqueña, que predomina en los montes de Copo. Sus magníficos ejemplares, de
gran porte y tronco recto, poseen una madera muy dura y pesada, que
tradicionalmente fue utilizada para hacer los durmientes del ferrocarril y
extraer el tanino con el que se curten cueros, además de servir para fabricar
postes y carbón.
Las distintas etapas de
desarrollo poblacional y económico del país, hicieron que los territorios
vírgenes del bosque santiagueño fuesen talados y quemados, con el fin de
asentar nuevas poblaciones y adaptar las tierras para la agricultura y la
ganadería. Así la desmesurada extracción combinada con la acción del ganado,
provocaron el casi irreversible empobrecimiento de los bosques silvestres, que
no pueden regenerarse de forma natural.
Las paradojas del desarrollo: mientras
que el ferrocarril y la ganadería surgían como una fuente de progreso, por otro
lado la riqueza natural se vio disminuida perdiendo miles de hectáreas de bosques
y con ellas los beneficios que la naturaleza aporta necesariamente para hacer
posible nuestra vida.
Hoy, el Parque Nacional Copo es
el único lugar de Santiago del Estero que no ha sufrido tala rasa de árboles. Y
es por ello que sus quebrachales constituyen una de las pocas oportunidades
actuales para conocer y apreciar el bosque chaqueño semejante a los que
existían antes de que los hombres deseáramos más el progreso que a la vida.