Pasaron algunos meses desde mi última publicación, y es que necesitaba tiempo para poder volver. Durante el 2014 paso un hecho “extra-ordinario” de esos que te obligan a cambiar el curso de las cosas por más que no quieras y sin poder detener el proceso, impotente, toda la vida que me diseñe, las acciones y las personas con las que ocupaba mi tiempo, lo que consideraba importante, lo que creía que me definía, quien creía ser: todo eso se esfumo… Es sin lugar a dudas uno de los procesos más dolorosos que me ha tocado vivir y si bien aún no puedo decir que volví a sentirme entera de a poco( muy de a poco) voy encontrando algo de paz mientras que voy soldando los pedazos que sirven y desechando los que ya no encajan.
Dicen que la vida está en constante movimiento en un ciclo de nacer/morir/renacer, es la naturaleza de todas las cosas, y para que algo nuevo pueda nacer lo viejo debe morir, por más que lo resistamos. Estoy a la mitad de camino entre la persona que fui y la que puedo llegar a ser, y si bien aún no puedo decirlo, (como diría mi amiga Maru), “algún día voy a agradecer haber vivido toda esta experiencia”, yo lo sé.
En fin, no quiero aburrirte con mi historia, solo quería volver dándote algo que tenga sentido y si algo aprendí en estos meses es que no hay nada más inútil que aferrarse a las cosas, no hay forma de detener lo que es inevitable: el cambio. Por eso amigo lector, no temas “perder”, no te resistas al cambio, todo muta y se transforma, así debe ser. Solo así se evoluciona, y se puede ser mejor de lo que fuiste ayer. No hay certezas, pero si probabilidades; de eso se trata la incertidumbre, de eso se trata la libertad, de eso se trata la vida.
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