jueves, 7 de enero de 2016

Parque Nacional Mburucuyá, Corrientes.



Existe una relación entre los seres humanos y el ambiente en el que viven. Es curioso cómo nos vamos mimetizando con las cosas con las que estamos conectados a diario a tal punto que llegamos a convencernos de que somos eso que experimentamos en el día a día.  Mi verdad, al menos la que hasta ahora descubrí, es que no somos de una única forma, sino que solemos mutar algunos aspectos de acuerdo al lugar y personas con las que nos relacionemos; nuestra esencia es la misma, claro está, pero de alguna forma nos vamos adaptando como un medio de subsistencia. Por eso, si esta en tus posibilidades, procura rodearte lo más que puedas de gente buena, sabia, pacifica, intensa, que valora más alegría que el drama, la ira o la queja; algún día observaras que en tus reacciones, como por osmosis, fuiste absorbiendo algo de ellas.


El Mburucuyá es un arbusto trepador que da una bella flor conocida también como pasionaria. Esta flor tan singular, se cierra como si se marchitara al ponerse el sol, y se abre cobrando su brillo natural cuando amanece; no solo es extravagante sino que está relacionada a muchísimas leyendas, una de ellas cuenta que los jesuitas identificaban esta flor con los atributos de la pasión cristiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron al Jesús en el Calvario, y en los rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Tal vez sea por esas ideas que fueron nutriendo los jesuitas que caminar por la plaza del pueblo de Mburucuyá, al noroeste de la provincia de Corrientes, es una muestra clara de lo importante del culto religioso para las personas que allí habitan. Durante los dos días que allí estuvimos creo haber escuchado las campanas de llamado a misa casi cada hora de manera ininterrumpida; de esas campanadas y las naranjas que brotan en una abundancia descomunal a tal punto de ser su destino pudrirse en el suelo, jamás me voy a olvidar.




Y como símbolo de este ambiente exuberante pero a la vez tradicional se encuentra a poco kilómetros el Parque Nacional Mburucuyá. Originariamente tierras del abogado y apasionado naturalista danés, Troels Pedersen, quien dono estas tierras a la nación con el fin de su protección debido a su alta biodiversidad en donde se da la confluencia de tres regiones: la chaqueña, el espinal y la selva paranaense.
Llama la atención en este parque la gran cantidad de lagunas circulares que posee, típicas de esta zona del país, y que junto a esteros y cañadas, constituyen una abundante oferta de ambientes acuáticos. Junto a ellas, hermosos pastizales naturales con palmares de yatay (Butia yatay), representante del espinal, cuya distribución original se ha reducido drásticamente debido a la expansión de la frontera agrícola. El parque además posee mogotes boscosos (isletas de monte en medio del pastizal) con especies paranaenses como el lapacho, el timbó, el laurel o la palmera pindó. Pero también hay bosques chaqueños con quebrachos colorados, chaqueño y blanco, urunday y viraró.

La fauna es abundante y de fácil observación. Carpinchos, zorros de monte, corzuelas, yacarés, aguará popé son algunos de los más vistos. Pero en el Parque también viven otros más difíciles de ver, amenazados de extinción como el aguará guazú o el ciervo de los pantanos.
Las aves, también abundantes, especialmente las propias de ambientes acuáticos. También hay amenazadas aves de pastizal como el yetapá de collar o la monjita dominicana. Entre sus rarezas se destaca la presencia del pez pulmonado Lepidosiren paradoxa, que posee una adaptación muy poco común para un pez, la respiración aérea, que le permite sobrevivir a períodos de sequía. Y como endemismo de la región la presencia de la ranita de Pedersen (Argenteohyla siemersi pederseni) que habita en los bosques de tipo xerófilo del parque.
El parque cuenta con una muy buena infraestructura, manteniendo sus edificios originarios de estancia con aire colonial; cuenta con un campamento agreste, dotado de agua potable, mesadas, fogones y sanitarios y  durante su visita se pueden recorrer:

·             - Casco de la Estancia Santa Teresa.
·            - Sendero Pedestre Che Roga (1,5 km; autoguiado con cartelería), donde pueden observarse diversos arboles distribuidos en forma de galería con unas raíces y formas bastante caprichosas.
·      - Sendero Pedestre Yatay (6 km). tiene su ingreso a un poco más desde el cartel de entrada o bienvenida al Parque, y a traves de este recorrido de aproximadamente 2 horas entre ida y vuelta, puede observarse grandes extensiones de bosques de Yatay y hormigueros de la altura de seres humanos.
·            - Estero de Santa Lucía, se encuentra al final del sendero Yatay y es un regalo y premio al esfuerzo de la caminada brindando unas bellísimas vistas y sobre todo un deleite para las oídos entre tantos sonidos que da la naturaleza.