Existen dos opciones para acceder al parque, la
primera es a través de una excursión lacustre hasta el Puerto Quetrihué.
La segunda es a pie o en bicicleta, atravesando la Península de Quetrihué por
la senda peatonal, que nace en la entrada al parque por la zona de puertos, a
metros del muelle municipal Bahía Brava.
Fieles a nuestro espíritu aventurero decidimos
realizar ambos recorridos, desde Villa Langostura tomamos la opción de la placida
caminata por el bosque. La senda tiene un recorrido de 12km, de mediana
dificultad y demanda aproximadamente unas 3 horas a pie o 2 horas en bicicleta.
En su comienzo tiene pendientes bastantes abruptas, que se convierten en largas
ondulaciones a medida que se acerca al Bosque de Arrayanes. En el primer tramo,
desviado a la derecha por un sendero escalonado, se llega a dos miradores de la
Península. La senda atraviesa zonas boscosas, con pedreros en el inicio,
algunos claros y lugares abiertos. En el km. 11, cuando el cansancio ya
comienza a sentirse, se aprecia la Laguna Patagua y poco más adelante los
arrayanes comienzan a aumentar en cantidad, hasta llegar al corazón del bosque,
donde se transforma en la especie principal y predominante.
Desde Bariloche unos
días después tomamos la excursión lacustre que sale de Puerto Pañuelos navegando
por el Lago Nahuel Huapi, esta vez sumamos a la experiencia la visita a Isla
Victoria. El bosque de arrayanes, de unas 12 hectáreas de superficie, se
recorre cómodamente por un sendero entablonado que se interna entre los árboles,
y en 20-30 minutos se llega al mirador Arrayán donde se observa una vista
panorámica del Lago Nahuel Huapi con sus brazos El Machete, El Rincón y Última
Esperanza; La Bahía Brava, la Isla Fray Menéndez y el cordón montañoso que nos
limita con Chile.
Te preguntaras que tiene de espectacular
este bosque para que sea tan famoso, al menos eso me preguntaba yo cuando era
chica y oía hablar del bosque de arrayanes. Es difícil describirlo con palabras
pero si tenes el privilegio de ver como un rayo de sol se cuela entre lo espeso
del follaje, se desliza suavemente entre el laberinto caprichoso de árboles y al
final de su trayecto rebota contra un rojizo tronco tiñéndolo de tono cobrizo sabrías
incuestionablemente la belleza que habita en el espíritu de ese lugar.